sábado, 25 de septiembre de 2010

ACLARANDO QUE ES GERUNDIO

He observado que cuando las autoridades civiles, militares o religiosas interpretan algunas cuestiones históricas de forma poco coherente, alguien, al final, termina creyéndoselo, máxime en este mundo globalizado por la comunicación mediática, donde se lee poco y se oye mucho, siendo la sordera de entendimiento una de las enfermedades más comunes y peligrosa. No pretendo pontificar nada pero sí dejar lo suficientemente claro ciertas cuestiones que, tras las indagaciones llevadas a cabo hasta el momento, he podido medio dilucidar y que son las siguientes:

1º.- En la historia de la Iglesia la festividad de la Santa Cruz del 14 de septiembre antecede en tres siglos a la del 3 de mayo, actualmente suprimida, que solamente se celebraba en occidente y tenía su base en un acontecimiento militar, la recuperación de las reliquias de la Cruz por Heracleo, que los persas se habían llevado de Jerusalén.

2º.- El encuentro o aparición espectral de la Santa Cruz en Mahoya, no es un hecho históricamente contrastado, por lo que permanece envuelto en la peculiaridad de su propia leyenda, al igual que sucede en muchas otras poblaciones, incluida Caravaca.

3º.- La veracidad de las reliquias de la Pasión y la gran mayoría de otras, no es una cuestión científica, sino todo lo contrario, dado que no todas las astillas que se conservan son del mismo tipo de madera, predominando la variedad de pino elenensis. Los relatos de su historicidad y los bagajes de su trayectoria están plagados de fantasía y llenos de contrariedades, difíciles de justificar con la razón.

4º.- La cofradía de la Vera Cruz de Abanilla está datada, al menos, desde 1564, pero no así la celebración de las fiestas de mayo con la romería a la huerta, a bañar la Cruz, hasta el siglo XVIII. Las cofradías de la Vera Cruz se impusieron en todas las poblaciones bajo jurisdicción de las Órdenes Militares, siendo su principal cometido la celebración del Viernes Santo.

5º.- La existencia de la ermita de Mahoya no está documentada más allá de principio del siglo XX, puesto que no se encuentra relacionada en los informes de los obispos. Tampoco está claro que existiera anteriormente en dicho lugar un morabito. Está actualmente catalogada por la Diócesis como ermita, que no santuario.

6º.- La tradición de la soldadesca (capitanes, pajes y tiradores), según la documentación encontrada, no va más atrás del siglo XVIII.

7º.- El rito de la apertura de la granada y el baño de la Cruz tienen claras connotaciones dieciochescas.

8º.- Las hermandades y cofradías religiosas son entidades incardinadas a las parroquias y, por tanto, a la Diócesis, no teniendo propiedades de carácter privativo ni personal, siendo sus directivos meros administradores, con total sujeción a las directrices y decretos de la curia.

9º.- Lo de la “batalla de Santa Ana”, de momento, es una especulación histórica que hace pocos años tuvo su connotación festera, al igual que sucede en casi todas las poblaciones que celebran fiestas de moros y cristianos sin disponer de hechos de armas con respaldo histórico local.

10º.- El empleo de la expresión “Santísima y Vera” es una adjetivación lingüística redundante, dado que desde 1736 la distinción de “santísima” implica la relativa veracidad histórica de los “Lignum Crucis” que se guardan en Roma, llegados allí en lejanos tiempos y guardados en circunstancias rocambolescas. Estas vicisitudes hacen que la aptitud del Vaticano no sea taxativa con estas y otras reliquias en general, que datan de los tiempos primigenios: el santo Grial, la lanza del Centurión, el mantel de la última cena, la Sábana Santa, los clavos, las espinas, etc.

11º.- La devoción sincera de las gentes sencillas nada tiene que ver con la veracidad científica de las reliquias, ni con la contrastación histórica de las leyendas locales, ni con la ostentación de signos externos: cuadros, estampas, almanaques, azulejos, pegatinas medallas, llaveros, etc., sino que es algo totalmente personal.

12.- Las fiestas civico- religiosas forman parte del devenir de los pueblos, de su cultura y de su idiosincrasia, siendo la manifestación popular de sus creencias, acrisoladas desde antaño y enraizadas en sus tradiciones más genuinas, por lo que los poderes públicos deben ayudarlas, que no monopolizarlas, asunto éste que ya observó Jovellanos en su informe sobre fiestas y espectáculos al Consejo de Castilla.

Cuando pretendemos amasar los mitos y las leyendas con la historia o con la ciencia, no conseguimos más que acrecentar las incógnitas, pues como ya se decía en la antigua Grecia: “los dioses ni dicen ni ocultan, sino que dan señales, las cuales debemos interpretar”. En la Edad Media fueron los Templarios los mayores propagadores del culto a las reliquias de Tierra Santa, las cuales distribuían y “comercializaban”, e incluso existe la fundada sospecha de que también las falsificaban. En todas sus principales encomiendas existieron “lignum crucis”, custodiados en relicarios ricamente adornados con metales preciosos y pedrería. Todo este gran tesoro templario, a la disolución de la orden, en el año 1312, pasó principalmente a las de Calatrava, Santiago y Montesa, que continuaron con sus leyendas y milagrerías, lo que les rentaba afluencia de peregrinos a los lugares de culto y pingüe beneficio en el cepillo. Haciendo un somero análisis se comprueba que las leyendas y relatos son de una fantasía sin límite, rayando casi en lo irreverente e idolátrico, con infantilismos de cuentos de hadas, producto, en la mayoría de los casos, de la imaginación popular y su deformación por la transmisión oral que, por lo general, se empezó a reflejar por escrito a partir del siglo XVIII, haciendo constar las siguientes anotaciones: “…que se dice piadosamente aparecida; encontrada o traída por espectrales figuras de guerreros, ángeles o tal o cual santo a caballo…etc.” Todos estos fenómenos sobrenaturales se hacían coincidir con algún hecho de armas de la Reconquista o tras ella, con el objeto de aumentar el acerbo religioso popular.

Considerando que todo lo anteriormente expuesto no es irreverente, sino todo lo contrario. Espero que su lectura sirva para concienciarnos, tanto a nivel individual como colectivo, de la importancia que tiene el saber lo que llevamos entre manos y manifestar, tanto oral como por escrito, lo que más se ajuste a la realidad, evitando que la fantasía nuble a la razón. Y a pesar de haberse encontrado la noticia periodística de que en 1922 se celebró “el centenario de la aparición de la Stma. Cruz”, la incógnita continúa, porque no queda claro de qué centenario se trata; si del primero, segundo, tercero, etc., como tampoco de qué tipo de aparición o encuentro, así como de su situación en el tiempo y su concordancia con los hechos históricos documentados hasta ahora encontrados, caso de que los hubiere.



E. Marco

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